martes, 24 de octubre de 2017

Mi Historia Migratoria no fue nada Complicada



Sin dramas.

A veces cuando veo a Sebastian (2 años), me siento una persona muy muy bendecida. Obvio, ¿no? Su sola presencia es una gran bendición, pero saber que le puedo brindar seguridad, alimento, una infancia llena de verde para correr con tranquilidad y una mamá sin tanto estrés y preocupaciones para JUGAR (con letras mayúsculas), es como la bendición de las bendiciones.

Nuestra historia como emigrantes no fue para nada complicada como muchas historias que se escuchan o se leen por la web. Nos vinimos con trabajo, recién casados y sin hijos. Por supuesto, esto no quiere decir que no dejas atrás toda tu vida, las cosas por las que habías trabajado y muchos, pero muchos sueños.

Pero, definitivamente, empezar de “cero” sin hijos es bastante menos complicado. En mi caso, solo tuve que lidiar, en principio, con otro idioma (inglés), para el cual aún hoy (7 años después) no me siento la más erudita. A mí me encanta hablar, pero en cuanto tengo que usar el inglés cualquier tipo de gracia que tuve en español, sencillamente desaparece (de una u otra forma, creo que esto ha calado en mi personalidad).

Tuve que, además, dejar de llamarme Maria Fernanda y solo presentarme como: “María” [lean mis ojos volteados, totalmente en blanco], porque parecía que a los “locales” les estaba electrocutando el cerebro cuando usaba los dos nombres... y ni les cuento qué pasa cuando digo mi apellido: Urrutia.



Aprender... Reaprender lo básico.

Aprender a hacer un currículo totalmente diferente fue otro gran aprendizaje: foto... ¡fuera!, estado civil... ¡fuera!... demasiada información... ¡fuera!. “Coloca logros en números”, me decían y yo solo pensaba: what?? ¿Cómo pongo en números algo que nunca contabilicé?. Buscar trabajo se convirtió en un arduo “trabajo”. Esto, entre muchas otras cosas, pero nada se comparaba con la tranquilidad de saberse en un lugar “seguro”, cosa que los venezolanos hace tiempo no sabíamos cómo se sentía (la paranoia justificada a mil).  Lo dice una víctima de 3 robos manejando en las calles de Caracas. Así que cuando dije al principio “una mamá sin tanto estrés y preocupaciones”, a esto precisamente era a lo que me refería.

Cuando tuvimos a Sebas, en mi entorno, estar embarazada, era como un furor (creo que a muchas nos pasa, en cierta medida). Varias amigas estaban embarazadas o buscando. Todas sincronizadas. Incluso dos de mis mejores amigas (¡qué puntería!) quedaron pocos meses después que yo. Ya, para ese momento, era triste no poder compartir mi embarazo con ellas y con el resto de mi familia, pero saber que ellas también tendrían a sus chamos y que lo que siempre soñé: que mis hijos crecieran con sus primos (de sangre y por elección), no podría llevarse a cabo, empezó a causarme muuucha tristeza...



Estar lejos. A veces se agradece.

Esto solo es verdad hasta que Sebastian nació y las hormonas se volvieron tan locas, que caí en una especie (creo que hay casos peores) de Momzila por depresión post natal. En ese momento, empecé a agradecer estar lejos de la familia... de haber emigrado. Nuestros primeros 8 meses como papás fueron muy fuertes y tener gente constantemente queriéndote decir qué hacer y hasta cuánto debería estar comiendo tu hijo (esto comparando lo que hacían o comían sus propios hijos... [ojos en blanco otra vez]), empezó a generarme un mal humor nivel Dios (si es que cabe el uso de este nivel, jajajaj).


Pensaba: si es así a través de vías virtuales, cómo hubiese sido esto con TODOS al mismo tiempo queriendo opinar, sintiéndose apoyados los unos con los otros... y uno queriendo implementar un tipo de crianza en la que, seamos sinceras, muchos de nuestros familiares no creen o le dan el calificativo de: “¡lo estás malcriando!”.



Siempre, pero siempre se extraña a la familia.


Una vez pasó la tormenta, me recuperé anímicamente y todo volvió un poco más a la normalidad. Vuelves a extrañar a tu familia y esa “libertad” de tomarte un día, dejarle el muchacho a un familiar y salir a dar una vuelta para no volver otra vez al estado “momzila” pero esta vez causado por tu hijo (jajaja). Bueno, esto no lo puedo hacer, así que tuve que hacerme de otras herramientas para drenar y evitar, en lo posible, llegar al nivel de agotamiento de paciencia que termina siendo pagada por nuestros más chiquitos. Ahora, cuando vienen las abuelas nuestra primera tarea es hacer planes de TODO lo que queremos hacer para aprovechar que están en casa. Cine y cenas son nuestro primer target.




Si estás en proceso de emigración, ¡tranquilas! Es verdad que cada persona y familia es diferente y la manera en cómo cada quien asume los cambios es diferente. “Embrace” tu tiempo de luto y ábrete a las oportunidades que esta experiencia te brinda a ti y a tu familia. Comparar tu nueva ciudad con tu ciudad natal, es como que comparen a tu hijo con el del vecino: ¡exacto!... Es muy odioso e injusto. Evita hacerlo.

... y que la fuerza esté contigo!

Mafe,





La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos y colaboraciones
 firmados incumbe exclusivamente a sus autores. El contenido es para ser usado por @maminmigrante gracias al consentimiento de los autores.

0 comentarios:

Publicar un comentario