jueves, 12 de octubre de 2017

¿Quién se quiere ir de Venezuela?



Cuando estaba pequeña, escuchaba a mis padres y familiares hablar de quien se había ido de Venezuela a estudiar, y se referían a esta persona con muchos halagos, porque generalmente eso ocurría cuando una persona se ganaba una beca para estudiar afuera del país, o cuando alguien quería cambiar de paisaje, lo cual requería mucho valor porque ¿Quién se quiere ir de Venezuela?...

En aquel entonces, solía soñarme en tierras lejanas, por alguna razón, muy frías (Canadá, Nueva Zelanda). Luego fui creciendo y amañándome a mi país cada vez más, con lo cual la idea de emigrar, desapareció. Viví en Santa Bárbara de Zulia, una zona bendita y conocida por ser la despensa agrícola y pecuaria de Venezuela. Luego en Mérida, una zona montañosa hermosa. Luego viví en Punto Fijo, en las hermosas costas venezolanas. Punto fijo incluso está cerca de un desierto de arena deliciosa. Y allí estaba yo, enamorada, soñando a mis hijos creciendo felices en mi amado país, cuando Venezuela comenzó a desmoronarse.


Cuando Venezuela empezó a desmoronarse y la cuidas donde vivía, 
se convirtió en una nube de polvo

Las palabras “Hay que irse”, comenzaron a resonar en mi mente, como esa alarma mañanera que escuchas entre sueños, pero que no quieres escuchar. La ciudad donde vivía, se convirtió en una nube de polvo y humo de refinería. Sin agua, con una escasez tremenda, enfermedades por falta de agua, y sin medicinas. Y así sin más, nos tuvimos que ir urgentemente.


Tuvimos que decidir entre irnos a otro país, sin habernos preparado, e irnos a casa de alguno de nuestros padres. Allí, tomamos mal nuestra primera decisión y decidimos irnos sin estar bien preparados.
En lo que respecta a los documentos, teníamos todo legalizado, pues habíamos invertido dos años preparando toda nuestra documentación para optar por una beca de estudios de postgrado en Canadá. Eso, nos facilitó la huida a otro país, pues ya teníamos todo legalizado y apostillado.



5 cosas que hice mal al emigrar con mis hijos
 (por lo cual me tuve que devolver)


1.-Desesperarnos y no planificar. La zona donde vivíamos en Venezuela, estaba particularmente afectada por estar aislada en cierta manera del resto del país. Por su clima árido y sus problemas de agua. Eso nos llevó a la desesperación, a contar nuestros ahorros (darnos cuenta que no eran nada en dólares), y a escoger un destino basado en el boleto que podíamos comprar. El destino a donde mudarte a vivir con toda tu familia, debe escogerse por las necesidades y dinámica del grupo familiar, puedes usar una lista-matriz por puntos, asignando puntaje a ciertas características de una ciudad del mundo en particular, y comparándola con otras, sobre todo si vas con chicos. En nuestro caso, no revisamos si la ciudad tenía parques, lugares al aire libre, cómo eran las escuelas, cuanto costaba ir al cine, que tal eran los hospitales pediátricos, nada de eso. La ciudad no resultó ser kids-friendly. Solo miramos el costo del boleto que podíamos adquirir en ese momento. Lo cual me lleva al error nro 2.


2- No pedir ayuda. No dijimos nada a los amigos, ni siquiera a los más cercanos. Hablábamos del viaje en Código y lo llamamos “Las vacaciones”. Así que con el viaje inminente no pedimos ayuda a nadie, ni para organizar la casa, el viaje, y no planifiqué con antelación quien cuidara mi jardín. El día que me iba desesperadamente le di mis llaves a mi comadre y le dije que se encargara de mis plantas, que no iba a volver. Tampoco pedimos préstamos, ni vendimos nada. Estoy segura que de haber escogido otro destino más adecuado a nuestras necesidades, algunas personas nos hubiesen ayudado con el costo de los boletos. Mis plantas se secaron, puesto que mi comadre tuvo que entregar mi llave, por nuestra misma desorganización. No fuimos sinceros con nadie, ni siquiera con nuestros propios hijos.


3.- No tomar en cuenta los sentimientos de nuestros hijos. Tal vez este fue nuestro error más grande. El más doloroso. No les dejamos despedirse de sus compañeritos, nos les explicamos nada, incluso, el mismo día de nuestro vuelo, les dije que escogieran una cosa para llevar. Un juguete. Uno entre tantos. Luego en la ciudad destino, mis hijos lloraban al recordar a sus juguetes más preciados, lloraban al recordar a sus amigos, su habitación, sus espacios. No les dimos tiempo de enterarse, de vivir un duelo respetado. Luego en el extranjero sufrimos todos 4 juntos, incluso, yo misma lloraba con ellos. Nos tocó recurrir a consulta psicológica en ese país, y gracias a varias sesiones de arte terapia pudimos ver el panorama más claro en familia.


4.- No organizamos lo que dejábamos atrás. Nuestra casa quedó intacta, como si viviéramos en ella. Según la psicóloga no existe otra simbología más clara. Quien se va, empaca y guarda. Nosotros, al no querer irnos en el fondo, dejamos todo tal cual. Eso nos atormentaba en el nuevo país. Nos imaginábamos que nos robaban todo, o nos paseábamos (como si nos convirtiéramos en espíritus) por nuestra casita de Venezuela, anhelando estar en ella de nuevo. Los niños recordaban la última vez que vieron su habitación, su patio, su jardín, todo intacto. Lo mismo pasó con nuestro vehículo. Quedó estacionado y no organizamos que alguien lo encendiera o lo paseara de vez en cuando. Incluso quedaron dentro las sillas, y juguetes de nuestros hijos. No hubo cierre y esto nos afectó psicológicamente.


5.-No teníamos empleo en el lugar de destino. Como blogger y freelancer, puedo trabajar donde sea. Solo necesito mi laptop y una conexión a internet. Mi esposo no, el necesita trabajar físicamente en plantas industriales o refinerías porque es Ingeniero Químico. Este es un factor importante a considerar en el nuevo País y nosotros, ¡Ni lo pensamos! Nos mudamos a un país sin refinerías, ni plantas industriales, un país que vive del turismo y todo lo importa. Estuvimos varios meses con papá en casa, frustrado, harto de buscar empleo, sin lugar público apto para pasear a los niños, con mamá ocupada todo el tiempo en el computador, tratando de generar ingresos que se esfumaban rápidamente. Aunque en el nuevo país no había escasez, igual nuestros ingresos limitados nos impedían disfrutar de muchas cosas. Nuevamente a costa de las necesidades de los niños.


Nos descubrimos totalmente infelices

En este punto, sumamos todo y con ayuda de la arte terapia, nos descubrimos totalmente infelices. Totalmente desconectados con el nuevo país. Con el cordón umbilical fuertemente atado a nuestra casa en Venezuela, a nuestros afectos. Decidimos regresarnos, para recalcular y reorganizar.

Esta vez, 8 meses después, lo estamos intentando de nuevo, pero con mucha más organización. Esperamos que esta vez, al poner nuestro interés en los sentimientos de los chicos, en sus necesidades, con un poco más de calma y paciencia, nos ayude a hacer todo mejor.





Esta vez, si haremos despedidas


Nuestra casa ya está vacía, nuestras cosas embaladas en un depósito. Vivo los niños en casa de los abuelos mientras papá ya está desde hace un mes en otro país. En una ciudad totalmente amigable con los niños, con refinerías, donde papá ya trabaja, y con familiares y amigos que nos esperan con cariño. Esta vez si haremos despedidas, y los juguetes, nos los llevaremos a casi todos en nuestras maletas.

Esta vez, no huimos, sino que emigraremos en familia, con amor y esperanza.



Ivonne @preguntamama   www.preguntamama.com



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